Ya hace tiempo que voy dándole vueltas al concepto de fotografía artesana, una expresión que he ido haciendo mía y que me ayuda a entender y definir cómo vivo la fotografía.
Y es que, aunque estamos en la era de los scrollings infinitos, me siento cada vez más interesado por la fotografía que nos permite profundizar y acercarnos a lo que estamos mirando. Un tipo de fotografía que quiere mimo, conocer bien las herramientas, y que requiere práctica.
Estoy leyendo el libro "El artesano" de Richard Sennett. En él, explica que el artesano es aquel que se enorgullece de su trabajo y se compromete con él; que los humanos compartimos las destrezas fundamentales y es una cuestión de formación, esfuerzo y motivación, llegar al manejo experto o incluso a la maestría.
La lentitud del proceso artesanal hace posible la reflexión y el conocimiento profundo, pero en nuestra sociedad de ritmo trepidante, los artesanos están desorientados. No puedo estar más de acuerdo en esta última apreciación.
En un mundo de fotografía rápida y en muchos casos egocéntrica, tenemos que enfatizar y poner sobre la mesa las virtudes de una fotografía artesana.
No debemos centrarnos en el resultado final, sino profundizar en el proceso, ahí radica la posibilidad de llevar nuestra fotografía a otro nivel.
Artículo escrito por el Vanguard Pro Joan Vendrell